10 Ene La provincia de la biosfera: Babia, Valle de Laciana y Ancares Leoneses
leonoticias ofrece durante estas semanas una serie de reportajes sobre las siete Reservas de la Biosfera con las que cuenta la provincia de León | La paradisiaca y legendaria tierra de Babia, el corazón minero del Valle de Laciana y la esculpida joya que esconden los valles de los Ancares Leoneses protagonizan esta entrega.
En este segundo artículo, el diario digital comparte los principales recursos de de tres de ellas: Babia, Valle de Laciana y Ancares Leoneses.
Babia, una tierra de leyenda
¡Despierta¡ ¡Que estás en Babia!. Sí, en la Reserva de la Biosfera de Babia, en León, una tierra de extraordinaria de belleza que limita al Norte con Asturias, al Este con Luna, al Sur con Omaña y al Oeste con Laciana.
Un escenario paisajístico único en España, escoltado por poderosas e inmensas moles calizas que presumidas se miran sin sonrojarse en las inmensas aguas cristalinas que bañan este verde, amplio y frondoso valle.
Babia, ese lugar donde tantos han estado pero solo mentalmente. Porque estar en Babia es estar absorto o en las nubes, esa es la sensación que embriaga cuando uno se asomamos a esta tierra de leyenda.
La Reserva de la Biosfera de Babia bebe del río Sil y del Luna, mira al horizonte de sus crestados picos cubiertos por las nieves, todos ellos por encima de los 2.000 metros de altitud; y se tranquiliza en sus valles de infinitos pastos, con una inusual altura.
Para ver todo ello nos asomamos a su espectacular Puente de las Palomas, que nos ofrece una panorámica sin igual de la captura fluvial del Luna por el Sil.
Y si de asomarnos hablamos, cuidado con el vértigo en La Cueta, el pueblo a mayor altitud de la provincia de León, o el impresionante techo de este lugar, la Peña Ubiña.
Dos municipios, San Emiliano y Cabrillanes, copan el protagonismo de este área natural en el que conviven algo menos de 2.000 vecinos, en sus 28 núcleos de población.
Pero hablar de Babia es hablar de ganadería trashumante de merinas, de su influencia en la naturaleza y la cultura babiana, con los orígenes en el siglo XIII, con el conocido como Concejo de la Mesta. También tiene un notable peso el potro hispano-bretón, una especie autóctona de la comarca.
Las formaciones boscosas han dejado paso a praderías y pastizales ligadas al uso tradicional ganadero y que basan la economía en su aprovechamiento. A ello se unen el matorral, las lagunas y turberas de montaña, los verdaderos puntos calientes de la biodiversidad del territorio.
En ellas hay un recurso alternativo, la seta de San Jorge, como también lo fue la genciana, con cualidades medicinales.
Desde esta Reserva de la Biosfera se trabaja en acondicionar el Palacio de Riolago como su sede y Casa del Parque. También en mantener rutas de senderismo y señalización turística. Todo ello para que Babia deje de ser un despiste y se convierta en visita obligada por su riqueza endémica sin igual.
El Valle de Laciana, una reserva de sangre minera
Si uno pudiera subirse al río Sil, dejaría atrás Babia y se adentraría en la segunda parada.
Un majestuoso y definido valle se rinde a los pies. De corazón minero y espíritu montañero, se presenta la Reserva de la Biosfera del Valle de Laciana, un espacio de extraordinario valor ecológico que lo convierte en uno de los lugares más singulares del país.
Lo primero es atravesar su único municipio, el de Villablino, para escalar hasta su gran recurso económico y fuente de riqueza en la actualidad: la Estación Invernal de Leitariegos.
Pero no solo de este deporte vive la comarca. Laciana es naturaleza en estado puro, la mezcla del clima eurosiberiano y mediterráneo ofrece extensos abedulares y bosques mixtos bañados por el río Sil, que circula entre sistemas montañosos de más de 1.000 metros de altitud.
El hielo se asoma a las cumbres, las nubes interceden en el paso e incluso la nieve salpica en esta zona minera que cuenta con áreas de especial valor como: Barroso-Brañarronda, el Alto de Reciecho, Buzongo y Muxiven.Arriba, el puente de acceso a una ruta en el municipio de Villablino; abajo a la izquierda, una cascada en el pueblo de Lumajo; a la derecha, la Estación Invernal de Leitariegos. / LEONOTICIAS
Un centro de referencia es el del urogallo, en Caboalles, donde los valores naturales y culturales del Alto Sil se citan para ofrecer al visitante información detallada de la reserva.
Se puede detener el paso en pueblos que sorprenden por su belleza. Una muestra de ello es Lumajo, en el valle de la Mozarra, que cuenta con arquitectura tradicional y está inundado de corrales y chozos, para ovejas trashumantes, horreos con uso en la actualidad y calles empedradas.
Muy cerca también está su cascada, que bien merece una visita.
Otro enclave con encanto es Sosas de Laciana, donde el tiempo parece haberse detenido. Un ejemplo de ello son el santuario y sus tumbas antropomórficas, únicas en el noroeste, la lechería o el molino.
Las rutas verdes, como la que une Caboalles con Villaseca, son una de las múltiples que salpican el Valle de Laciana. Una recomendación es la espectacular ruta de los Tejos.
Como referencia se puede tomar la capital del municipio: Villablino, con importantes recursos turísticos y equipado como núcleo poblacional. 10.000 habitantes residen a día de hoy en la Reserva de la Biosfera del Valle de Laciana.
El tiempo se detiene en los Ancares Leoneses
Con los primeros rayos de sol, y partiendo de Villablino, dirección al Bierzo, se toma un desvío en Anllares hacia un paraíso esculpido por tres valles.
Situado en el límite occidental de la Cordillera Cantábrica, formando frontera con Galicia y Asturias, se adentra uno entre paredes de bosques, que juegan con los colores del otoño, en los Ancares Leoneses.
Tierra de ancestros, leyendas, supervivencia y un pasado que todavía hoy se deja sentir en cada curva que marcan el valle de Fornela, Ancares y el Burbia.
A través del primero de ellos, y jugando con su complicada orografía, se llega al municipio de Peranzanes. Allí está el Castro de Chano, que recibe miles de visitantes al año y que permanece en pie desde el siglo primero antes de cristo. Además, cuenta con la recreación de un castro de mayor altitud en toda España.
Retrocediendo hasta Fabero, la carretera obliga, y atravesando Vega de Espinareda, el visitante puede perderse entre bosques del producto referente de esta tierra: la castaña. El Cantín de Villasumil recoge la mayor extensión de castaños de toda Castilla y León.
Ya en Candín, la cita es con el propietario de uno de los elementos arquitectónicos más importantes de la Reserva de la Biosfera de los Ancares Leoneses. Es la palloza del señor Antonio. Hasta el año 2000, los habitantes de la zona todavía vivían en estos espacios con una cama, una cocina y un amplio espacio para el ganado. La última en habitar esta, en Pereda de Ancares, fue Engracia.Arriba, vista de un pueblo entre los frondosos bosques de los Ancares Leoneses; abajo a la izquierda, un plato de botillo; y a la derecha, la zon de los castros, en Chano. / LEONOTICIAS
De camino a Balouta, a través del puerto de Ancares, la nieve suele complicar la circulación en los meses invernales y puede llegar a cortar el tráfico a lo largo de varios días. Eso sí, deja imágenes que son dignas de admirar.
Bajo la nieve, y en el valle de Ancares, se deslizan inmensos y frondosos bosques de castañares y coníferas. En ellos conviven el oso pardo, el urogallo y rapaces o mamíferos como la nutria o el lobo ibérico.
Este es el regalo que deja la morfología glaciar y fluvial que ha esculpido un paisaje natural de montañas y verdes valles.
El municipio con mayor extensión y más conocido de los Ancares Leoneses es Villafranca del Bierzo, referente turístico, gastronómico y paisajístico de la zona. Aquí se encuentran las ‘pequeñas Médulas’ como se conoce la explotación aurífera de La Leitosa, en Paradaseca.
Mientras, bañado por el río Burbia, la capital presenta un lugar monumental. La cultura castreña ha dejado una villa con historia y tradición donde resulta irrechazable uno de sus manjares: el botillo.
Y así finaliza la segunda cita con las Reservas de la Biosfera de la provincia. Queda una última parada, la joya de la corona, Picos de Europa. Y esa sí, será la última historia.
Sorry, the comment form is closed at this time.